21 de julio de 2011

LIG - Capítulo 7

Cuando subimos al coche, Violeta abrió su bolso:
– Toni, toma las llaves de casa y si puedes ves un rato antes de irte a trabajar para ver cómo están los gatos, a ver si siguen calmados o se han vuelto a estresar – dijo con media sonrisa – ¡y arranca ya que no llego!.

– Pero y tú, ¿cómo piensas entrar luego a tu casa, nena?.
– No te preocupes T. Te he dado una copia, no las mías – se rió mientras me guiñaba el ojo – así puedes venir a cuidarme la casa cuando me vaya de viaje; bueno, y quien dice la casa dice también a sus inquilinos de cuatro patas…
– Pero…
– No hay peros que valgan, es más si quieres puedes ir a comer a casa y así estás un rato con Cuqui y observando. Ya sabes dónde está todo, la comida, la bebida, el congelador, el microondas, la tele, el DVD, el portátil, el lavaplatos, la lavadora,…
– Espera niña que te embalas, ¿cómo qué el lavaplatos y la lavadora?. ¡No me tengas tanto morro que nos conocemos ya!.
– Pues por eso mismo, ¡hoy por ti y mañana por mí! – y soltó una carcajada que casi me hace perder el control del coche.
– Bueno, bueno… ¡ya veremos!. A ver si voy a tener que pedirte que me hagas un contrato de trabajo como mayordomo personal y con derecho a alojamiento y comida incluida – se me escapaba la risa por lo que acababa de caer en mi poder.
– Bueno, pues en tu bolsillo las dejo. Cuando tengas tus cositas hechas pásate por allí y ya me dejarás una notita con las novedades felinas – introdujo su mano dentro de mi camisa y allí las dejó con un llavero con su nombre por delante y el mío por el otro; lo dicho, una detallista nata, y prosiguió – bueno, de todos modos si puedo te llamo antes de que entres a trabajar o cuando salgas esta noche y me cuentas que tal. Para aquí mismo y así no tienes que darle la vuelta a la manzana.
Detuve el coche un momento en doble fila para que se bajase, me dio un beso en la mejilla, se despidió y se fue a trabajar. Si hubiera sabido lo que pasaría ese mediodía la hubiera abrazado y besado en los labios…
Me marché a casa para preparar las cosas del trabajo e irme a casa de Violeta, tal y como ella quería que hiciera. Eran las nueve de la mañana y yo me incorporaba a las dos durante ese mes, así que tampoco podía irme muy tarde a casa de ella.
Hacía un calor terrible, ese verano el más caluroso en años por la zona de Terrassa y alrededores, no quiero imaginarme como estarían en el sur. Ya me había dado una ducha antes de ir a casa de ella pero necesitaba darme otra para relajarme y refrescarme después del desayuno que habíamos tenido.
Ya estaba llegando cuando un gato callejero se cruzó delante de mi coche así que tuve que detenerme para no atropellarlo, lo gracioso de todo esto fue cuando vi que con toda la parsimonia del mundo el animal me echó una mirada con aires de superioridad, se tumbó en el suelo y se echó a dormir. No me podía creer lo que estaba viendo, era increíble el descaro del felino. Permanecí un rato contemplando la situación cuando de repente un coche detrás de mí hizo sonar su claxon y me devolvió a la calle donde estaba, el hombre estaba muy nervioso y empezó a soltar improperios desde su vehículo y fue entonces cuando me decidí a sacar mi cabeza por la ventana para responderle; la primera idea que tenía en mente era devolverle las palabras que me había dicho pero como había gente circulando por la calle decidí contenerme y decirle amablemente que hiciera el favor de bajar la voz y tener un poquito de educación y que si estaba parado era porque algo detenía mi camino.
– Perdona chaval, quieres hacer el favor de apartarte de una vez – me dijo en tono prepotente.
– Ya me gustaría, pero tengo un pequeño y peludo problema aquí delante – le dije con sonrisa burlona.
– ¿Es que te estás riendo de mí?.
– No, no, mi educación no me permite reírme de la gente mayor.
La cara de aquel hombre se estaba poniendo de color rojo furia mientras yo le seguía mirando como si la cosa no fuera conmigo cuando se empezaron a oír voces sorprendidas. Me di la vuelta para ver que sucedía y me di cuenta de que donde antes sólo había un gato tumbado interrumpiendo mi camino ahora había 10 gatos obstaculizando la vía; unos cuantos de ellos se habían puesto a jugar entre sí, dos de ellos se estaban lamiendo y el primero seguía durmiendo.
Bajé del coche porque no me lo podía creer, mientras tanto el otro tipo seguía indignado y dándome recuerdos para mis familiares directos pero yo ya no le escuchaba estaba absorto viendo la escena que habían formado allí en medio como si fueran los amos de todo lo que en la Tierra hubiera. Una mujer que pasaba por ahí y se disponía a cruzar para ir a la otra acera se aproximó a ellos, impresionada, para verlos más de cerca cuando el más pequeño de los diez le gruñó salvajemente, de hecho iba a atacarla cuando el que estaba durmiendo se interpuso entre ellos, le miró y le maulló un par de veces; le estaba diciendo que aún no era el momento y que no debían tener enfrentamientos directos hasta entonces. Fui hacia la mujer y me la llevé de allí, se había quedado paralizada de miedo y no hacía más que temblar.
El hombre del coche se bajó del Mercedes Clase A y se acercó hasta allí, había dejado de gritar en cuanto vio que me llevaba a esa mujer hasta el otro lado de la calle y una de las trabajadoras del bar de enfrente le llevaba un vaso de agua, comprendió que algo estaba pasando y no estaba detenido allí por placer. Se aproximó a ver qué pasaba delante de mi coche y al ver el corro de gatitos plantados se acercó para disculparse por todo lo que me había llegado a decir y me contó que estaba tan nervioso porque se dirigía a Urgencias porque su nieta había tenido un problema con el gato y había tenido que salir disparada hacía allí porque le había hecho una herida muy profunda.
– Mi nieta tiene sólo 10 años y no le había hecho nada a Milo cuando éste la atacó por sorpresa y le arañó el brazo, comprenda mis prisas y mi malhumor y discúlpeme por ofenderle – ahora había recuperado la educación que anteriormente no había demostrado conocer –. ¿Qué les está pasando a nuestros animalitos?. Milo siempre ha sido un trozo de pan con Elena es algo que me sorprende mucho, pero aún me sobrecoge más el hecho de que por lo visto en todas las ciudades hay casos como éste.
– Sí, ya estoy al tanto. Los gatos de mi mejor amiga estaban muy raros – dije yo con voz de preocupación –, pero esta mañana de un momento a otro como por arte de magia, han vuelto a la normalidad. Y ahora cuando llego aquí me encuentro con una mini colonia acampada en medio de la carretera.
– A ver como conseguimos sacar a estas fieras de la calzada para que no hagan daño a nadie – dijo él.
– No lo sé. Iba a aventurarme y acercarme a ver si podía negociar con ellos para que se fueran – dije guiñándole el ojo – pero si tienes una idea mejor estoy abierto a todo tipo de sugerencias.
– Muy gracioso… ¡espere!, mire, parece que se están yendo…
– No me lo puedo creer – y mientras pronunciaba esas palabras el primero de los gatos se giró, miró en mi dirección y me lanzó una mirada desafiante que me dejó helado.
– Bueno, pues ya se van, yo me iré a casa y a vigilar a los gatos de mi amiga. Espero que su nieta se ponga bien enseguida, ya verá como ya está más tranquila; llévele unos caramelos y verá lo contenta que se pone – le di la mano entré en mi coche arranqué el motor y me fui pitando de allí, me temía que algo ocurría en casa de Violeta y no quería tardar en descubrir lo que era.
Tomé de nuevo rumbo a casa para acicalarme un poco esperando no encontrarme más contratiempos por el camino. Debería haber ido directamente a casa de mi amiga, habían montado una revolución en ella que iba a suponerme un problemón.

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