18 de julio de 2011

LIG - Capítulo 6

Cuqui hizo una mirada general desde la mesa para avisar al resto de que luego tenían que hablar, la llamada ya no dejaba margen a equivocarse o echarse atrás, o estabas con KrØnis o con los humanos, los desertores no tenían cabida en el nuevo mundo gatuno. Los tres le devolvieron la mirada y le dieron el ok con un leve movimiento de oreja, casi invisible para el ojo humano.

Violeta ya se había quedado más tranquila después de abrazar y besar a Cuqui, pero no podía irse del comedor a la cocina sin colmar de caricias al resto de la cuadrilla, así que mientras ella se tomaba su tiempo para hacerlo yo me fui llevando todas las tazas y platos de la mesa hacia el lavaplatos deseando, por unos segundos, ser uno de esos afortunados peludos e imaginando que yo era quien recibía su amor.
– ¡Gracias! – me soltó de sopetón al salir de la cocina.
– ¿Gracias por qué? – le dije sorprendido.
– Pufff… pues no sé Toni, gracias por venir, por el desayuno, por tu paciencia, por estar ahí siempre, por tu amistad… por todo un poco.
– Pero no tienes nada que agradecerme. Ya sabes que eres mi mejor amiga y siempre voy a estar ahí para ayudarte, porque… – tragué saliva – yo te quiero mucho niña.
– Yo también te quiero mucho, no sé qué haría sin ti ayudándome y levantándome cada vez que me caigo – sonrió con dulzura.
– Si su… – iba a procesarle mi amor en ese momento pero mi boca me traicionó, me atasqué, una voz dentro de mí hizo que me callara de golpe.
– ¿Si su qué? – me miró extrañada arrugando la frente.
– Si su… majestad me lo permite la acercaré gustoso a al trabajo para que no necesite coger el autobús y así disfrute de las pequeñas joyas de la casa un ratito más – dije en tono burlesco para no tener que dar más explicaciones de mi casi metedura de pata.
Mi amiga fue a vestirse y yo me quedé con Cuqui, y el resto, a solas en el comedor. Estaba lamiéndose el pelaje, encima de su rascador, como si la cosa no fuera con él, como disimulando a ver si así evitaba el contacto conmigo, pero no le iba a resultar tan sencillo librarse de mí, yo era aún más cabezota que él. Lo cogí por la cintura, lo encaré hacia mí y nos quedamos un rato callados y quietos manteniéndonos la mirada sin parpadear hasta que Trasto tiró el mando de la tele al suelo, me di la vuelta asustado para ver qué había pasado y cuando volví a colocarme en la misma posición que estaba, Cuqui ya estaba contoneándose en dirección a la terraza, lo que significaba que para ir en su caza me tocaba levantarme del suelo dónde llevaba agachado ese corto ratito. Entonces fue cuando Violeta hizo de nuevo acto de presencia en el comedor, le brillaban los ojos de la alegría que sentía, volvía a ser feliz, al menos por unos instantes.
Iba a guardarme este detalle para mí, pero creo que no sería justo con vosotros sino os dijera lo guapa que iba. Llevaba puesto un traje de verano con chaleco, de color gris clarito, con una falda que le llegaba cuatro dedos por encima de la rodilla y con un poco de apertura por detrás para poder andar cómodamente, debajo del chalequito llevaba una camisa blanca de manga corta con los tres primeros botones desabrochados que mostraban, discretamente, sus armas de mujer. Llevaba también a conjunto con el traje, unos zapatos, plateados, de tacón de aguja de casi unos diez centímetros. Su cabello negro y liso le caía por detrás de los hombros, excepto un mechón que se había rebelado y se había y se había separado del resto colocándose por delante; mientras se iba acercando a mí se lo iba recogiendo para hacerse una coleta lateral. No solía usar maquillaje pero ese día llevaba sombra de ojos de color grisácea pero tan difuminada que apenas se le notaba, eso aún realzaba más su mirada pícara.
Era la secretaria adjunta al jefe, lo que ella había querido desde que entró a la empresa como recepcionista hacía ya unos cinco años. Desde entonces a esta parte había llovido mucho y había tenido que soportar muchas injusticias y humillaciones por parte de los comerciales del departamento de ventas y algunas veces también por parte de los clientes a quiénes sus vendedores ignoraban. Pero ella se había hecho valer, había demostrado que si no fuera por ella muchos de los clientes hubieran cesado sus contratos ya y, de hecho, así se lo habían comunicado a su jefe, quién después de varios meses de recibir estas quejas se puso manos a la obra y decidió atajar el asunto encontrando la solución más factible, que en ese caso fue subirle el cargo a secretaria de dirección y hacerla, a su vez, responsable directa del trato con los comerciales para poder conocer al detalle las cifras reales de las ventas. Sí, era un poco más de trabajo del que ella quería pero también sus condiciones salariales habían mejorado mucho; no le sobraba el dinero pero podía darse un par de “caprichos” al mes que antes no podía permitirse.
Bueno, volviendo al tema que nos interesa, la entrada de Violeta a la estancia. Ya estaba lista y perfumada, olía a cerezas, mi fruta preferida – creo que lo hizo adrede – sólo le faltaba coger el bolso y meter en él las llaves y el teléfono, darle un beso a sus gatos e irnos a la oficina a dejarla trabajando.
– Venga Toni, ¡vámonos!. ¡Hasta luego amores! – dijo con voz dulce mientras cerraba la puerta.

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