13 de julio de 2011

LIG - Capítulo 1

Todo empezó una mañana de finales de septiembre; Violeta, acababa de perder a su felino preferido que la había acompañado desde su tierna pre-adolescencia y que tanto había compartido con ella, cuando, de repente, su hermana decidió encontrarle un nuevo amigo que le ayudase a calmar su dolor y que, aunque no pudiera, intentara reemplazar el hueco que le dejaba su pérdida. Ese encuentro fue misteriosamente rápido, era el gato perfecto para ese momento, era el ideal para ella, mismo carácter, pequeño, juguetón, una auténtica monada, como quien dice: muy “Cuqui” – de ahí vino su nombre –.

Cuqui llegó a su casa a principios de octubre haciéndose valer y demostrando quien iba a llevar los pantalones en esa casa desde ese mismo momento; hecho todo un geniecillo feroz, o también comúnmente conocido como “Macho Alpha”, avisó con su llegada a sus hermanos mayores que aunque fuera pequeño tenía los bigotes bien puestos, e iba a mandar él. Sus hermanos que no se esperaban la sorpresa del nuevo inquilino y, menos aún, hecho una fierecilla, acabaron acatando las normas que Cuqui impuso en el hogar – vamos, que ya apuntaba maneras para lo que iba a suceder en un futuro muy cercano –.
Los meses fueron pasando y sus hermanos fueron dejando otro hueco en el hogar y a su vez los nuevos “suplentes” del ejército gatuno llegaron – eso es algo que todavía no os contaré, deberéis esperar un poco más –. A Cuqui se unieron Trasto, Shat y más tarde Michi.
Violeta, era una chica tímida pero con carácter, cariñosa pero distante, lista y trabajadora y siempre dispuesta a echar una mano a quién hiciera falta. Cuqui, como ella, era un tanto especial, muy independiente pero, a su vez, todo un mar de mimos cuando Violeta los necesitaba. Se habían hecho inseparables. Dormían juntos desde que él era pequeño, dentro de la cama, a sus pies en su mantita negri-blanca ó en la marrón en la mesa de estudio; iba a recibirla cuando llegaba de trabajar y a cambio de unos ronroneas ella le colmaba de chucherías gatunas. Cómo no adorar a alguien así que cuando estaba triste iba a consolarla y a darle besitos para animarla…
La paz duró un par de años de convivencia juntos en casa de Violeta, algo en el mundo felino se andaba produciendo, los gatos estaban siempre revoltosos, las gatas no dejaban de maullar, los bebés gatitos no paraban de llorar. Nada de eso era normal, era como si se comunicaran entre ellos y se estuvieran pasando un mensaje a voces y con urgencia, un mensaje que lo iba a cambiar todo; el orden de las cosas en la tierra tal y como la habíamos conocido estaba a punto de resquebrajarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario