Estaba deleitándome con un vino de Navarra cuando sonó el teléfono. Me pasó el
inalámbrico y me dijo: "es mi madre. Dice que ha encontrado una botella
con un mensaje tuyo..."
No creía que fuera posible, no esperaba que lo
encontraran tan pronto, ¡¡aún no estaba preparado para que nadie descubriera mi
terrible secreto. Entonces miré mi teléfono, ¡no sabía qué hacer!, si llamaba a
Pedro en ese mismo momento mi mujer se daría cuenta de todo. Entonces,
rápidamente y sin pensarlo demasiado tiré mi copa de vino al suelo y le dije a
Rosa que me pasara el teléfono mientras iba a por algo para limpiar el
estropicio.
- Suegra, no diga nada todavía, ¡no estropee la
sorpresa para su hija! Ella aún no puede saber lo que estoy planeando para
nuestro aniversario. Su padre no me lo perdonaría nunca, él fue quién me lo
pidió antes de morir. ¡¡Nunca debió llegarle tan pronto la invitación de nuestra
segunda boda!! Ella cree que no quería casarme y que por eso la ceremonia había
sido tan cutre; ya estaba convencida de que era así... por favor, si la quiere ¡¡invéntese
algo!! - solté el teléfono y me hice el loco.
En ese momento volvió Rosa con la fregona y un
cubo con agua, parecía un poco enfadada y, sin embargo, sonreía como siempre.
¿Cómo hacía para siempre parecer feliz incluso en los momentos en que estaba
más preocupada? Me hizo una seña para que me pusiera a limpiar todo el desastre
mientras ella terminaba de hablar con su madre.
- ¿Qué dices mamá? ¿Qué Juan qué? – cogió la
botella de vino de la mesa con furia y me echó una mirada de esas que hielan la
sangre. De repente, sin soltar el teléfono, corrió hacia mí con ella dispuesta
a abrirme la cabeza y siguió gritando - ¿¡QUE HA EMBARAZADO A QUIÉN!? ¡¡¡YO A ESTE
HOMBRE LO MATOOOOO!!!
Me resultó muy difícil lograr calmar a Rosa y
decirle que todo eso era mentira, que lo único que pretendía era volver a
casarme con ella como se merecía, ¡por todo lo alto! Esa mujer: su madre, mi
suegra; estaba claro que no quería verme ni en pintura compartiendo mi vida
al lado de su hija.
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